Se están escribiendo varias reflexiones interesantes sobre la crisis política de fin de año 2017 que, sin discusión, está lejos de haber terminado y que marcará el rumbo del nuevo año (¿de los próximos años?). Son varios los temas de reflexión propuestos con la enorme ventaja que ahora los analizamos luego de producida la crisis. 

Y esto es bueno reconocer porque ahora algunos analistas se animan a afirmar que “todo era previsible”. Vamos, en el Perú pocas cosas son previsibles y esto es válido hasta para el fútbol (sino, cómo es que estamos en el Mundial de Rusia). Que quede claro: nadie pronosticó un fin de año como el que hemos vivido y que nos malogró las fiestas y nos obligó a suspender nuestros días de descanso e ir corriendo varios kilómetros a la marcha del 28 de diciembre.

Tampoco nadie pronosticó que el episodio de la vacancia iba a terminar como terminó. Nadie pronosticó, ni de cerca, que la votación en el Congreso el 21 de diciembre terminaría como terminó (todos hablaban de la diferencia de un voto por acá y otro por allá). Y de pasadita, casi todos los analistas habían señalado en las semanas previas a la vacancia que la carta del indulto hace rato que ya se le había escapado al presidente y prácticamente ya no le valía nada. Los papelones entre algunos/as analistas también han estado a la orden del día; que nadie se atreva a decir que tiene un datazo de fuente totalmente confiable. Por estos días ya nada es confiable.

Pero regresemos a los temas que nos deja esta crisis y que, con razón, ahora se comienzan a discutir: el tremendo tema del mal menor, el nuevo mapa político post indulto, los escenarios de posibles alianzas, qué pasará con el fujimorismo, la izquierda y varios más. Vamos por partes.


EL VILIPENDIADO Y DESGASTADO MAL MENOR

Al lado de personajes como el presidente Pedro Pablo Kuczynski, su jefa de gabinete, Mercedes Aráoz –que de Miss Bagua ha pasado a convertirse en Miss Indulto-, y varios otros personajes, uno de los temas más cuestionados y vilipendiados es la tesis del mal menor. Ahora todos le tiran tomates al mal menor. Si de lo que se trata es sacar algunas enseñanzas de toda esta crisis, éste es un tema para analizar y me animo a hacer una tímida defensa.

En un interesante artículo, Juan Carlos Ubillus afirma que “parte de la izquierda ha estado tomada por la lógica del mal menor” y nos recuerda que “fue el antifujimorismo el que llevó a Ollanta Humala al poder en el 2011, a Kuczynski en el 2016 y el que impidió la vacancia de este último en el 2017”. Ubillus subraya que él ha cuestionado ampliamente la lógica del mal menor: “no me voy a repetir, pero ahora esta lógica le ha explotado a la izquierda en la cara”.

A ver, vayamos de adelante para atrás. Lo cierto es que las dos bancadas de la izquierda tomaron sus propios riesgos el 21 de diciembre en el Congreso (lo cual es normal porque de eso también se trata la política). Unos con la iniciativa de la vacancia (respaldados por el fujimorismo de la moto taxi, los apristas de las siglas AG, Víctor Andrés García Belaunde y otro acciopopulista más, Yeni Vilcatoma, el pastor Julio Rosas y alguno que otro por allí. Linda foto) y los otros optando por la abstención, lo que finalmente restó votos decisivos para que el presidente sea vacado.

¿Qué hubiese pasado si se aprobaba la moción de vacancia presidencial? Escenario 1: se iniciaba el proceso de toma de poder por el fujimorismo, con la renuncia anunciada de las dos vicepresidencias y, dependiendo de los tiempos, con Galarreta u otro parecido de presidente de una transición fujimorista. Escenario 2: no renunciaban los vicepresidentes y se mantenían en el gobierno y el fujimorismo se veía forzado a generar las tres vacancias seguidas con todo el desgaste que ello hubiese significado. Este escenario tiene una posible variante en la que algunos creen: los vicepresidentes se mantenían en el poder hasta el 2021.

Lo cierto es que es difícil adivinar cuál hubiese sido el escenario definitivo de haberse aprobado la vacancia. Cada escenario y sus variantes tienen sus adeptos. Sin embargo para Ubillus, las cosas están claras: los sectores que se opusieron a la vacancia aceptaron “el bluf del todo o nada” que planteó la derecha y que haberlo aceptado se explica porque “parte de la izquierda ha estado tomada por la lógica del mal menor”.

Si bien no se puede afirmar categóricamente en qué escenario estaríamos en este momento si se hubiese aprobado la vacancia, sigamos analizando hacia atrás. Lo que sí no deja nada para la imaginación es lo que hubiese pasado si no se optaba por el mal menor en las segundas vueltas del 2011 y el 2016. ¿A alguien le queda alguna duda? Está claro que el fujimorismo habría regresado al gobierno hace bastante tiempo, con todo lo que eso significa para el país, indulto incluido. Si alguien se anima a afirmar que al país no le queda otra que pasar nuevamente por un gobierno fujimorista, pues que lo diga.

Por lo tanto, lo menos que se le puede reconocer al mal menor es haberle aplicado tres derrotas consecutivas y de envergadura al fujimorismo, que incluso afectan la posibilidad (ojo, sólo la posibilidad) de que alguna vez retornen al poder. Keiko ya compite con Lourdes Flores por el galardón de la candidata más perdedora. No hay que quitarle ese mérito a los que se movilizaron por el mal menor en todos estos episodios.

Pero como señala Javier Díaz Albertini (El Comercio, 27 de diciembre de 2017) “la estrategia del mal menor (y su complemento, el sentimiento anti) sólo otorga victorias cortas y decepciones largas”. Tiene razón. Más adelante en el mismo artículo afirma que “El problema con el mal menor es que es una base muy endeble para construir los sistemas y estructuras que necesita el país para enfrentar sus problemas más álgidos y profundos”.

Totalmente de acuerdo. Nos permitimos agregar que la estrategia del mal menor sólo tiene sentido si se la entiende como un primer paso para buscar derrotar estratégicamente al mal mayor y todo lo que representa: autoritarismo, corrupción, impunidad y varios etc. Hay que darle la exacta dimensión a la estrategia del mal menor, al mismo tiempo que se establece claramente sus limitaciones y los peligros de quedarse atrapado en ella. Ese es, quizás, uno de los principales errores y limitaciones de las fuerzas políticas que optaron en las coyunturas mencionadas por el mal menor.


ALGUNAS PRECISIONES COMPLEMENTARIAS

Alberto Vergara aparte de quitarle a la izquierda todo el derecho de exigir un debido proceso (“¿Pero qué sabe la izquierda peruana de debido proceso? Incapaces de denunciar el régimen cruel venezolano, ¿cómo podrían tener alguna consideración por el debido proceso?”), señala además, que el presidente en todo este episodio ha sido exculpado. Palabra mayor lo de exculpado. En todo caso que quede claro que el señor Kuczynski no ha sido exculpado por nadie; ni por las fuerzas políticas que contribuyeron a evitar su vacancia ni por la opinión pública y está claro que no era potestad del Congreso hacerlo. Tendrá que someterse a todas las investigaciones en todas las instancias competentes y hay que estar vigilantes para que ello ocurra.

Tampoco el presidente ha sido visto como el último bastión contra el fujimorismo, como afirma Ubillus (“¿Pero qué hay de quienes vieron en él un último bastión contra el fujimorismo?”). No creo que nadie haya visto a Kuczynski como el último bastión contra el fujimorismo o algo que se le parezca. Para suerte nuestra y como lo han demostrado nuevamente las calles, todos los peligros que representa el fujimorismo siguen enfrentando enormes resistencias ciudadanas y allí encontramos los verdaderos bastiones que hasta ahora no pueden superar.

Finalmente, tampoco queda claro en los análisis cuál era la alternativa y lo que se propone (mejor dicho lo que se hubiese propuesto en los diferentes capítulos en los que ganó el mal menor). Las fundamentadas críticas están muy bien enfocadas en las decisiones que se tomaron y en las limitaciones de las mismas, pero ¿por qué alternativa nos la hubiésemos jugado, no ahora, sino el 21 de diciembre, si hubiésemos tenido que tomar decisiones? ¿Por qué alternativa nos la jugamos en las segundas vueltas del 2011 y 2016? Como diría hace bastante tiempo el alemán Ludwig Von Rochau, un poquito de realpolitik no nos caería mal.

Para predicar con el ejemplo, me la juego y paso a responder. El 2011 y 2016 voté por el mal menor y sin problema lo volvería a hacer. Y el pasado 21 de diciembre no hubiese votado rojo ni verde y me la hubiese jugado por el ámbar o el retiro del hemiciclo como lo hizo la bancada del Nuevo Perú, asumiendo todos los riesgos que hay que asumir, incluidos los tomates que pueden caer. Si alguien está libre de tomar riesgos, pues que tire, con la comodidad del que sólo observa, el primer tomate. 


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